Ya estamos terminando de inscribir a las doce escuelas primarias de Colonia Caroya y Vicente Agüero, para disfrutar el próximo Jueves 15 de junio la celebración del "Día del Libro" en Colonia Caroya.
Este año el Triatlón de Lectura aborda la obra de Luis María Pescetti, el genial escritor, músico y animador que viene realizando gran aporte a la formación lectora de la infancia, en Argentina y en el mundo.
Ya estamos listos para vivir nuevamente una tarde de pura Lectura y compartir con más de setenta niños y niñas, docentes y familias de todas las comunidades escolares participantes, textos, canciones, juegos y merienda.
FOTO DEL TRIATLÓN 2016
Estos serán tres de los textos seleccionados del libro "Nadie te creería" que desde el mes de mayo ya están leyendo e interpretando las escuelas en sus aulas:
Terco como vos
-Juanito,
¿qué querés ser cuando seas grande?
-Avión.
-No,
cuando vos seas grande, Juanito.
-Tren
de alta velocidad.
-Juanito,
¿no oís lo que te pregunto?
-Proa
de un barco de altamar.
-Me
estás cansando, te lo pregunto en serio.
-Submarino
atómico.
-¿¡Querés
que llame a papá!?
-Bueno,
una bandada de pájaros.
-No,
Juanito, no podés ser eso, ¿me estás tomando el pelo?
-Bueno,
un iceberg.
-¿¡Querés
parar, por favor!?
-Cinco
ballenas, un viento que venga desde China…
-¡Juanito!
-…el
cielo sobre Rusia.
-¡Mirá
que te quedás sin tele una semana!
-Una
bandada cruzando el océano, un bosque en invierno.
-¡Listo!
¡Te quedás sin tele!
-Un
teatro lleno, el aplauso de cinco mil personas.
-¡Osvaldo!
¿¡ Querés venir, por favor!? ¡Este chico salió terco como vos!
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Niños y
niñas
Queridos alumnas y
queridas alumnos: en nuestro escuela hubo demasiados peleas entre los niñas y
las niños. Deberían ser buenas compañeros y, sin embargo, se presentaron muchos
problemas. Las niños de cuarta grado dijeron unos palabras feos a los niñas de
quinta grado. Pero estos niñas de quinta grado, antes, ya habían escrito unos
frases feos en el pared de sexta grado. Hablamos con el madre y la padre de
estos alumnas y estas alumnos; pero sin resultado.
Después de una
semana de tranquilidad, unos graciosas rompieron el ventana de la laboratorio
por querer hacer una broma que les salió mal. ¿Por qué juegan al muñeca o la
fútbol? ¡Si están en un edad precioso, queridos niñas! El conducta ya no es
como antes en esta establecimiento. La respeto que había, el educación en la
trato se perdieron.
Pero el escuela no
está para castigarlas o castigarlos, pensamos en fomentar el amistad entre
ustedes. Organizamos una concurso de dibujos con esta tema de: Mi amigo la niña
y mi amiga el niño. Podrán participar todos y todas. Las temas de las dibujos
pueden ser el amistad, el familia, el casa, el mascota, el ciudad, el
naturaleza.
Les dejamos algunas
ejemplos:
Tengo una gran
amigo con una novio que quiere ser bombera.
El perra juega con
la gato, encima del cama de la departamento de mi tía querido.
La cenicero, el
camisa, la árbol, la semáforo y el corbata. ¡Todo puse en la dibujo que
regalaré a mi buena amigo!
Fuimos de picnic
con la grupo del escuela, ¡y nos olvidamos los servilletas!
Te quiero más que a
la Luna y la Sol. ¡Te quiero hasta el cielo por la amor que experimento!
¡Qué hermosa cuerpo
tiene la hermano de mi querida amigo!
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NADIE
TE CREERÍA
Voy a contar un secreto.
Cuando yo era chico a mi mamá se le salía la cabeza. Era insoportable
verla así, temía que nunca volviera a colocársela. Entonces yo debía hacerlo.
También pasaba que mi padre regresaba del trabajo sin sus brazos y yo debía
señalarle que se los había olvidado o se los había dejado quitar. A veces
volvía tan cansado que no quería regresar y decía que al otro día iría por
ellos, pero yo no aguantaba la idea de que alguien los tomara y no volvieran a
aparecer, los buscaba.
El caso de mi padre era complejo, pues cuando discutía con mamá se
quedaba sin rostro y debía ser yo quien con mucha paciencia y sin asustarme le
colocara primero la nariz para que pudiera respirar, luego la boca, los ojos
siempre últimos para que no se asustara. Ella también quedaba mal, se le
desarmaban las piernas y era incapaz de ir a ninguna parte. Aprendí a colocarle
las rodillas, los pies y al rato caminaba aunque sus primeros pasos eran muy
pesados. A mi papa lo echaron de los trabajos varias veces y en cada día tardó
días sin regresar a casa. Mi madre pasaba del susto al enojo pero no salía a
buscarlo, entonces iba yo. Una vez no me reconoció y no quería venir conmigo,
pues no sabía quién era ni a donde lo llevaría, se quejaba. Tuve que mentirle
para que me siguiera.
Trabajé tanto que durante esos años me dormía sobre el pupitre, sin
embargo, nadie se burlaba ni los maestros me retaban porque sabían que ocurría
en casa. Vivíamos en una ciudad pequeña, de esas en las que todos se conocen.
Lo cierto es que no me dormía porque tuviera sueño, era algo más bien raro, el
maestro empezaba a hablar y yo sentía una placida somnolencia que me invadía.
Tuve tres maestras y dos maestros de distintas edades, pero todos tenían algo
suave en la voz como un ronroneo, un sonido aterciopelado en la garganta. Era
tan extraño que no podía prestar atención a lo que decían, si no a ese sonido.
Me concentraba en él como cuando uno lee un libro que lo atrapa y, según yo,
eso hacia, pero según los demás me había dormido. Luego regresaba a casa y tal
vez debía calentarme algo para comer o quizás mama había cocinado algo
delicioso y papa había comprado algún vino caro y eran muy felices, entonces yo
también. Éramos muy felices. Su felicidad no se podía comparar con nada en el
mundo, era la única cosa capaz de hacerme olvidar el sonido de la voz de mis
maestros, por que ella sola, esa felicidad era suficiente. Una de esas
ocasiones mi padre dijo una frase que me quedó para siempre: “La vida es una gran fuente
y si uno tiene un recipiente sano hasta la más pequeña tasa sirve para calmar
la sed” y me despeinó con la mano. Entonces no entendí que había querido decir,
hoy si.
Pero esos momentos tan radiantes eran muy frágiles, no duraban por ue
ellos eran como un recipiente roto, por usar sus palabras, y se ve que nada de
esa fuente les era suficiente, quiero decir, todo se les volcaba. Y era tan
poca agua la que llevaban a la boca y eran muy infelices y tristes y se les
caía el rostro, los brazos o perdían la cabeza, que es lo que conté antes.
Hasta que llegaban otra vez esos momentos de felicidad incomparable.
Una noche una mujer
me sacó volando de la casa, me sentó frente a una mesa llena de manjares,
sanguches de tres o cuatro capas, refrescos de todos los gustos, dulces y quien
sabe cuántas cosas más. Me llenó los bolsillos de dinero, se agachó para estar
a mi altura y dijo amablemente:
–No es tarea de un
niño hacer esos trabajos por sus padres.
–Pero si no los
hago yo ¿quién los hará? le repliqué.
–Quizás nadie, pero
no deben hacerlos un niño, insistió.
–Pero si no lo
hago, nadie lo hará.
Y entonces esto fue
lo que me respondió:
–Hay que dejar que
nadie lo haga. Y me devolvió a mi cama.
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